que percibo de las copas.
El diálogo arbóreo
presagia cambios.
No llego a discernir,
si es un aviso
de lo que está por venir,
o una queja ante la desnudez
de las ramas.
Hay frío.
Una lluvia dorada
de hojas muertas
alfombra mis pasos;
mientras su voz asmática
distrae mi atención, y
extrae de mi interior
una incertidumbre placentera.
¿Qué haremos cuando llegue
el frío apuñalando nuestro costado
y clave sus dientes afilados
en la trémula carne de la tarde?
Acompáñenme en esta hora
de caracol sobre la esfera del bosque;
y pisemos el oro, antes que el blanco
mida los zapatos.
Duna
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