Antes de la lluvia ya me llovías.
Me empolvabas el alma de versos,
misterio añil, agua y melancolía….
Se adhiere el silencio,
como sentencia, a mis versos.
Desecho los caireles
pero tú sigues silbando a mi costado
y al frente.
En el inmenso minimalismo
quedas tú,
agonía del verso,
que se desmembra entre silbidos y lejanías
hacia el inasible azul.
Antes de anochecer,
ha vuelto a lloverme
y todo se ha vuelto antiguo.
¡Hasta el abrigo blanco
se ha vuelto frío!
Sigues y sigues lloviéndome dentro.
¡Qué terquedad tu luz que sin respeto
une dos iniciales imposibles,
y las acomoda a su contento
Duna