Tu nombre yace derramado
entre las turbias horas de mi noche
sobre el gélido oscuro que acrecienta
el devanado capricho de un reproche;
un beso se desgrana de mi boca
interminable congoja del fruto que perece
sin encontrar la inmensidad de tus labios
anchos, recostados,
en los anaranjados atardeceres
del azulísimo mar;
mis ojos, cual nave a la deriva,
como augurios lentos y valientes
pintan tu mirada oscurecida;
y cuando regreses, ese día,
volverán las aguas a cantar a borbotones
sobre las lanchas, hoy secas,
que tan bien saben decir tu nombre….
Duna