El roble de la esquina, erguido,
hace el amor al aroma de almendras dulces;
tus pisadas cómplices de tus deseos polizontes,
sobre los ebrios empedrados de mi calle,
y el ronroneo del gato en el tejado,
izan los negros horizontes.
Tienes toda mi extensión para fundirte,
dispuesto el crisol para la hoguera.
Luctuosa primavera que irisada
eleva a plegaria antigua mi vereda.
....y sigue sonando un maldito jazz en mi cabeza....
Duna.
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