Acariciarte
con la punta del pensamiento
encauzando entre mis pechos
sol, luna y desierto
de creciente desespero.
Basta una mirada
un viaje,
gesto,
y aparecer
en el íntimo doblez
de tu deseo;
una,
otra,
y otra vez,
hasta pertenecerte
como el mejor
de tus besos.
Y así toda una vida
en silencio
entre luz y desvelo,
cuerpo
sobre
cuerpo:
muriendo.