Esta suerte, dulce o terrible,
-a veces amarga-,
de presentirte de forma perfecta,
es indescriptible.
Esta dicha de dibujar tu risa
a tientas, a ciegas,
regalándome la posibilidad
-o la suerte-
de sentirme tuya;
esta suerte que habita cada cuenco,
cierta, alucinante, permanente
en la comisura de nuestra cama
a través de milenios
es vivirte a ciencia cierta.
Saber lo que esboza tu mirada
-sin verte-
es la dicha perfecta,
sólo semejante a la nada.
El pan de cada día,
los pájaros vehementes,
la espiga, y la tarde serena
en que en mi conciencia,
apareces y te pierdes
con caricias, besos, sexo,
-presente y mirada ausente-
esto, dije, es la dicha de saberte.
Luchar codo con codo,
contra la vida y la muerte,
contra el todo y la nada,
en que me pierdo y te pierdes...
...es la dicha de saberte.
Y en tu café de la mañana
ser el humo disipado
evaporado y envolvente
que de tan puro,duele.
Esto, ...esto,...¡es la dicha de saberte!.
*