no es sudor,
tampoco son temblores propios.
En la estatua del jardín
vislumbramos nuestro sentir.
Sin querer, o tal vez sí,
contagiamos nuestra sangre
al mármol gélido,
al desprotegerlo de la pátina de lo inerte.
Absortos, le instauramos un alma
y creemos en su oído.
En nuestra noche,
nos olvidamos de su existencia,
y de su frío.
Es una lágrima blanquísima
su abrigo del olvido.
Duna.
3 Dímelo...:
Hola Duna: Este tu poema Ángeles Pálidos, es muy profundo, me encanta,
Vislumbramos nuestro sentir. Sin querer o tal vez sí, en nuestra noche,
llenando de magia la aurora con lágrimas blanquísimas…
Almudena, tu eres mi maestra. Besos Isidoro.
A veces las estatuas dan mucho miedo
y en otras, dan compañía.
Y eso también es poesía.
Un placer Duna.
Precioso, enhorabuena, me dió alas,
Delicadeza y sensibilidad en tu blog, un abrazo¡
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