Desde mis ojos nace el mundo entero:
dos cerros centinelas con vertientes,
una claraboya, una sombra ardiente,
vasija umbilical, copa sin eco,
la sima lubrificada y silente
donde te encuentras,y donde te pierdes.
Y llegados al magnífico sur,
semiabiertos mis labios y mis piernas,
empalas la cruz con fiebre de nieve
y un éxtasis líquido nos envuelve.
Tú,
al fondo, arriba acaso, dentro siempre.
Yo,
incapaz de articular la palabra
que preludia tu regreso a mis calles,
sonrío, con rictus solemne y manso,
sobre la cicatriz profundísima
que conforma tu nombre.
Duna
Duna
déjate llevar…
Me alegro de haberte encontrado. Un abrazo.
Hola, me ha gustado mucho el poema. Excelente aquello de la «sima lubrificada y silente». Si me permites te sigo.